Hablamos con Ignacio Arriaga, cofundador de Acumbamail, una plataforma de email marketing con miles de clientes en todo el mundo.
Ray estaba sentado delante de su teclado. Tenía que escribir un mensaje para hacer la prueba, pero no se le ocurría con algún significado profundo. Así que decidió tocar una a una las letras de la primera línea de su teclado.
Era 1971 y el primer email de la historia transmitía, simplemente, las letras “QWERTYUIOP” desde un ordenador que se encontraba en Cambridge hasta un ordenador que estaba justo al lado, pero pasando por ARPANET, la red que precedió a Internet. Y con esto, Ray Tomlinson se convirtió en el creador de un sistema de comunicación que a día de hoy utilizan casi 4.000 millones de personas en todo el mundo y que genera casi 300.000 millones de mensajes cada día.
Lo más curioso del email es que, aunque está basado en tecnologías modernas, no deja de ser una traslación a lo digital de una costumbre humana que se remonta a siglos atrás, casi desde que apareció la palabra escrita.
El primer uso documentado de un servicio de mensajeros para la difusión de mensajes escritos se remota al Antiguo Egipto, allá por el 2.400 antes de cristo, cuando los Faraones utilizaban a los mensajeros para difundir sus decretos por todo el territorio.
Casi 2000 años después, allá por el 550 antes de Cristo, el rey persa Ciro II El Grande creó lo que sería el primer servicio de correo postal organizado, al obligar que cada provincia organizara la recepción y envío de correo a cada uno de sus ciudadanos.
También negoció con sus países vecinos el que hicieran lo mismo e hizo construir caminos desde la ciudad de Post en el Oeste de Irán hasta la ciudad de Hakha en el este.
Alrededor del año 0, se creó el servicio postal de Roma, que se considera como el primer servicio postal bien documentado. Creado por Augusto, el servicio se llamaba cursus publicus y se ofrecía gracias al uso de carros ligeros tirados por caballos muy rápidos.
Gengis Khan también fue un gran impulsor del correo postal ya que instaló un servicio de mensajería que cubría todo el imperio Mongol, con más de 1.400 oficinas postales, 50.000 caballos, 1.400 bueyes, 6.700 mulas, 6.000 botes y que era tan eficiente que observadores extranjeros como Marco Polo se quedaron sorprendidos.
En los siguientes siglos se empezaron a crear sistemas postales mejores establecidos en multitud de países, y en 1716 se crearía en España Correos y Telégrados, un servicio público de correo postal disponible para todos los ciudadanos y que sigue más de 300 años después.
A partir de ahí el correo postal fue evolucionando con la tecnología existente. Primero creándose estaciones postales al lado de las vías de los trenes y posteriormente creándose el concepto de correo postal especialmente diseñado para los envíos intercontinentales.
Con el avance de la tecnología, la gestión del email se fue automatizando casi en su totalidad para ser capaces de procesar los cientos de millones de cartas que se envían cada hora en todo el mundo.
A día de hoy el email ha desplazado en gran medida el uso del correo postal y también ha cambiado nuestras costumbres y forma de comunicarnos, tal y como nos avanzaba ya Meg Ryan en 1998 cuando en la gran pantalla nos decía: “Enciendo mi ordenador. Espero impacientemente mientras arranca. Me conecto y mi aliento se contiene en mi pecho hasta que leo 3 palabras: tienes un email”.
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