Hablamos con Fernando Summers, CEO de Rastreator.com, la empresa con el perrete más majo del mundo.
No se me ocurre mejor descripción de lo que es un seguro para un profano en la materia que este diálogo que aparece en El Color de la Magia, el primer libro de la saga de Mundodisco de Terry Pratchett, aunque me juego el cuello a que ninguna aseguradora aceptaría que se explicara su negocio de esta forma.
Desde hace miles de años, los humanos hemos buscado formas de diluir el riesgo, con enfoques comunitarios como el de que, si la casa de una familia se destruía, los vecinos se comprometían a ayudar a reconstruirla, o los conceptos de graneros públicos que se establecieron para evitar las hambrunas.
Llegados al 1750 antes de cristo, los babilonios crearon el código de Hammurabi, donde entre otras cosas, se especificaba que, si un vendedor recibía un préstamo para financiar un envío de mercancías, podría pagar una cantidad adicional a quien le prestara el dinero para que cancelara el préstamo en el caso de que el envío fuera robado por el camino o se perdiera en el mar.
Unos años después, sobre el 1000 antes de cristo, en Rodas inventaron el concepto de “promedio general”, un principio que se establecería posteriormente en la ley marítica según el cual, todos los participantes en un negocio marítimo comparten de forma proporcional cualquier pérdida resultante de sacrificar una parte del cargamento para salvar el resto del miso en caso de emergencia.
Durante los últimos 3.000 años, hemos ido evolucionando el concepto de seguro hasta lo que conocemos en la actualidad, una industria enorme y compleja que mueve más de 5 billones de dólares al año, el equivalente al 6% del producto interior bruto de todo el mundo.