Esta semana entrevistamos a Álvaro Verdoy, co-fundador y CEO de Sales Layer, sobre su PIM y ventas en B2B.
La idea del marketing tal y como la conocemos hoy en día, surgió durante la revolución industrial.
Durante este periodo y gracias a la producción en masa, comprar cosas empezó a ser más fácil y barato que construirlas tu mismo
También se empezó a crear una mejor infraestructura para el transporte de mercancías y se crearon los primeros medios de masas
Desde principios del siglo XX hasta finales de los años 40, la competición en el mundo de los negocios empezó a intensificarse de forma notable y, con ello, la necesidad del uso de técnicas de marketing se convirtió en una parte esencial de esta competencia.
1948 sería un punto de inflexión para toda esta industria, ya que es el año en el que David Ogilvy fundó la agencia que llevaría su propio nombre y, con ello, nacería la publicidad como el concepto masivo que ha llegado a nuestros días.
A partir de los años 60, muchas industrias empezaron a saturarse debido a la competencia. La necesidad para conseguir y mantener clientes requería a toda empresa relevante el tener especialistas en el área del marketing directo y, poco a poco, la gestión del marketing se fue sofisticando hasta convertirse en una parte esencial del éxito de muchos negocios.
En los años 90 se vería otra gran revolución en el mundo del marketing. Los nuevos productos y servicios que llegaban al mercado ya venían con una marca desarrollada porque las empresas ya se habían dado cuenta de que podían vender a mayor precio y con más margen si construían una marca de calidad alrededor de los productos
Esto llevó a tener una mayor necesidad de generar recursos de calidad, tanto a nivel gráfico como textual, para promocionar los productos en medios de comunicación de todo tipo o a través de cualquier otro canal
Con el auge de Internet, la necesidad de recursos visuales ha ido creciendo exponencialmente. Primero porque el tipo de fotografía y formato necesario para visualizar un producto en Internet, poco tenía que ver tanto a nivel de resolución como de peso, con las fotografías publicitarias de toda la vida.
Posteriormente porque la escala que aportaba Internet en cuanto al catálogo de productos era tal que la generación de recursos para vender los productos se tenía que realizar a unos costes muy inferiores a las grandes inversiones publicitarias de años atrás.
Más recientemente por el auge de nuevos recursos visuales debidos al auge del vídeo y de las redes sociales.
Y en los últimos años porque los canales de distribución por Internet se han sofisticado tanto que a día de hoy muchas marcas y empresas necesitan generar muchas variantes de toda la información de cada uno de sus productos para que funcionen lo mejor posible en distintos marketplaces online, en sus tiendas de venta directa al consumidor, en tiendas de distribuidores oficiales, en tiendas físicas y también en otros canales secundarios.
Lo que antes eran equipos de decenas y centenares de personas para marketear adecuadamente un producto se han convertido en equipos de pocas personas que han de gestionar la información de miles de productos que se venden en cientos de mercados distintos, con necesidades muy dispares y culturas antagónicas.
Y es que marketear productos es una ciencia preciosa en la que siempre tienes que tener en cuenta lo que nos contaba Simon Sinek en Start with Why: “la gente no compra lo que haces, ellos compran por qué lo haces. Y lo que haces simplemente demuestra tus creencias”.