Competir sin competir (únicamente contra ti mismo)

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Soy un poco (bastante) fan de Masterchef, he de reconocerlo. En temporada de fogones, en mi casa cada episodio de Masterchef se recibe con muchas ganas. Además, son tan largos que nos da para consumirlos a ratitos durante casi toda la semana y ayudarnos así a desconectar un rato del trabajo aunque sea ya a muy última hora.

Lo más gracioso de estos programas ya no es la parte de cocina (que me encanta), sino que te ayudan a comprender la verdadera naturaleza humana en toda su magnitud. Y de las mil cosas de las que podría hablar, la que más me ha llamado la atención este año es el extraño (pero a la vez común) sentido competitivo de algunos de los participantes.

Este año existen 2 tipos de perfiles en Masterchef en cuanto a competencia se refiere:

  • El típico perfil que vemos todos los años que viene a ser un «estoy en un concurso pero pienso que es la casa de la pradera y todas mis decisiones van ligadas a quiénes son mis amigos«.
  • Un perfil competitivo casi «mal sano», donde algunos participantes hacen casi lo que haga falta por ganar, incluso llegando a estar continuamente dándose caña unos a otros es una especie de lucha de gorilas.

Y lo curioso es que estos dos perfiles, son los que nos encontramos en la mayoría de las empresas en muchos ámbitos. Y, desde mi punto de vista, en ambos casos pierden la perspectiva de qué es competir de verdad.

Debe ser un tema cultural, pero en España nos cuesta no anteponer el amiguismo a las decisiones necesarias para prosperar. Lo vemos en Masterchef, al igual que lo vemos en los equipos de trabajo donde unos trabajadores defienden a otros si son amigos, pero exponen los fallos de los demás si no se llevan bien.

Además, los españoles tenemos un complejo importante a la hora de destacar, ya que es algo que socialmente tenemos mal visto (no entiendo por qué), así que a la primera de cambio, cualquiera que hace algo bien, tiende a esconder la cabeza en cuanto recibe alabanzas, no vaya a ser que el otro bando, el de los buitres leonados, le den cera por todos los lados.

Quizás por influencia de las películas americanas, en las últimas décadas hemos visto aparecer un perfil que se comporta distinto en cuanto a su nivel de competitividad. Es el típico al que llamamos «trepa» en los trabajos, y que se ve en Masterchef cómo los participantes que solo son capaces de hablar del «yo, yo, yo» y estar más pendientes de que sus rivales lo hagan mal, de ellos hacerlo bien.

Que Wall Street esté lleno de lobos, o que las películas americanas nos muestren este tipo de perfiles como los héroes a seguir, no quiere decir que sea lo que tengamos que hacer, ni lo que nos lleve por el mejor camino.

Para mi competir es no competir. Porque no compites contra nadie más, porque el resto están ahí, con sus ideas, estrategias y objetivos. Pero lo que ellos buscan, quizás, no es lo que tú necesitas ni a lo que realmente aspiras. Porque pueden facturar más que tú, pero quizás tengan más deuda que les penalice en otro momento. Porque sus tiempos internos puede que sean más cortos que los tuyos y aunque vayan más rápido que tú, puede que no les sirva, pero a ti sí que te sirva ir a tu ritmo.

¿Por qué enfrentarte cara a cara con alguien cuando hay espacio para que ganéis los dos? ¿Por qué compararnos con otros basándonos en métricas que no reflejan, para nada, la realidad completa de cada uno?

Pero a la vez, competir debe ser competir. Es decir, no te tienes que avergonzar por hacer algo mejor que alguien, ni por destacar, y mucho menos por ganar más dinero si te lo has ganado. Tampoco es sana esa «mala envidia» que se suele sentir y ver, por la que cuando a alguien le van bien las cosas, mucha gente lo critica y malmete.

Lo maravillo es que a la gente de tu entorno le vaya bien, cuanto más… mejor!. A mí me flipa que a mis amigos y conocidos les vaya bien. Me siento muy afortunado de tenerlos cerca, de aprender de ellos y que su éxito se transforme en energía para que yo intente superarme.

Da igual si eres mejor o peor que alguien. De hecho, muchas veces sientes que eres peor que otro compañera o compañero, pero también pasa a la inversa. Ese concepto de ser mejor, es relativo. Además… Nunca vas a estar seguro de ser el mejor del mundo en algo concreto.

La única que competición que importa es la que tienes contigo mismo. Prosperar y mejorar para acercarte a tus objetivos y sueños. Porque tus sueños son solo tuyos, y siempre tendrán, como poco, matices que los diferencien de los de otros. Aprender lo que no sepas pero necesites para desarrollarte. Profundizar en aquello que te haga feliz y te ayude a prosperar. Competir es respetar a tu competencia, porque tienes mucho que aprender de ellos, y ellos de ti.

Y en muchos mercados, los competidores lo que hacemos realmente es abrir mercados. Construir juntos lo que serán productos y necesidades del futuro. Cada uno añadiéndole sus matices y «sabores» personales. Enfoques diferenciales que no compiten entre si, si no que enriquecen y aportan diversidad.

Así que recuérdalo siempre. Competir es no competir, lo único que importa es que compitas contra ti mismo.

Escrito por

José Carlos Cortizo

José Carlos Cortizo

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