La responsabilidad de los productos digitales

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El 12 de junio de 2020, Alex Kearns, un joven de apenas 20 años, se quitaba la vida después de leer un número en la pantalla de su móvil.

El número era -730.165$, y significaba el teórico saldo que tenía en su cuenta de Robinhood, una popular aplicación americana que ayuda a los más jóvenes a invertir en productos financieros de todo tipo.

Alex entendió que sus inversiones habían ido tan mal como para generarle una deuda de 730.000 dólares, una cantidad que jamás podría pagar. Y, después de eso, por desgracia, decidió quitarse la vida. Y digo que «Alex entendió», porque al parecer ese saldo negativo se debía a que Robinhood a veces muestra un saldo negativo mientras se ejecuta la mitad de las operaciones financieras.

Alex había comprado opciones de compra y de venta de una serie de acciones. Las opciones sobre acciones permiten un gran apalancamiento, lo que potencialmente te puede llevar a ganar (o perder) mucho más de lo que ganarías con el dinero que ya tienes.

La nota de suicidio dejaba claro que, por un momento, Alex pensó que Robinhood le había permitido invertir más allá de su capacidad de inversión y que había cometido algún fallo. El final de su nota era desolador: «una lección muy dolorosa. Que te jodan Robinhood«.

El tema es muy complejo, ya que supongo que algo más pasaría por la mente y vida de este chico para tomar una decisión tan drástica. Pero por otro lado suscita un interesante debate sobre la responsabilidad que tienen los productos digitales.

¿Cómo puede ser que un producto centrado en la inversión financiera te muestre una deuda de casi un millón de dólares como si tal cosa? Y es más… ¿cómo puede ser que se permita a personas sin apenas ahorros y conocimientos financieros invertir en productos tan complejos como las opciones sobre acciones, que a veces ni los profesionales acaban de entender?

La reacción de los fundadores de Robinhood no tardó en llegar. Van a implantar nuevos criterios de elegibilidad, para adaptar las posibilidades de inversión a los conocimientos financieros. También añadirán recursos para educar mejor a sus usuarios y prometen un cambio en la interfaz para que no vuelva a pasar una situación como esta.

Todo esto está muy bien pero… ¿se le puede exigir responsabilidades a un producto digital como Robinhood por un hecho como este? ¿Hasta qué punto es sano que cualquiera pueda invertir y especular con dinero que ni tiene si no tiene los conocimientos necesarios?

De hecho, Robinhood también ha estado involucrado en otra noticia recientemente. Resulta que, nada más se declaro la bancarrota de Hertz, las acciones de la compañía pasaron de valer 56 céntimos a 5,53$ en apenas unos días. Ningún analista profesional entendía por qué era esa subida. ¿Acaso el que estuviera comprando esas acciones ignoraba el temor a poderlo perder todo?

Resulta que esa subida en las acciones de Hertz se debía a muchos usuarios de Robinhood. Antes de la declaración de bancarrota, 43.000 usuarios de Robinhood tenían acciones de Hertz. Este número llegó a 171.000 usuarios a mediados de junio, varias semanas después de esta declaración.

¿Por qué los usuarios de Robinhood compraban estas acciones? Parece ser que muchos entendían que los miles de coches que tenía la compañía en su activo, debían aportar suficiente valor a sus acciones como para recuperar la inversión. Un pensamiento muy naive, que demuestra el poco entendimiento de cómo funciona el mundo financiero, y más cuando una compañía tiene una deuda equivalente al 90% de su activo (cuando la media de su sector está en el 45%).

Y la verdad, está genial que la tecnología democratice el acceso a muchas cosas (incluyendo a posibilidades de inversión), pero también necesitamos que haya una salvaguarda, asegurarnos que nadie se está metiendo en un callejón sin salida.

La tecnología nos tiene que dar libertad, no hacernos prisioneros de nuestra inconsciencia.

Escrito por

José Carlos Cortizo

José Carlos Cortizo

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