Charlamos con Victor Campuzano, un experto en Growth y Productividad, que está involucrado en varios proyectos de primer nivel en el panorama startup.
En los años 60, el neurocientífico Paul D. MacLean formulaba una interesante hipótesis: en nuestras cabezas alojamos 3 cerebros distintos organizados en distintas capas.
Este modelo de cerebro se denominó cerebro triúnico y está compuesto por:
- El complejo R o Complejo Reptiliano, que incluiría los ganglios basales, tronco del encéfalo y el cerebelo. Este cerebro controlaría los músculos, equilibrio y las funciones autónomas como puedan ser la respiración y el latido del corazón.Se denomina reptiliano porque el cerebro de los reptiles es dominado por el tronco encefálico y el cerebelo, controlando el comportamiento y pensamiento instintivos necesarios para sobrevivir. La hipótesis de McLean es que este cerebro lo “heredamos” de los reptiles y no ha sufrido grandes evoluciones desde entonces.Este cerebro es totalmente reactivo a estímulos directos lo cuál lo hace idóneo desde una perspectiva evolutiva ya que favorece la supervivencia de la especie.
- El Sistema Límbico que incluye la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo.Este sistema es el encargado de regular las emociones, la memoria y las relaciones sociales. Para él, todo es binario: o es bueno o es malo, y desde una perspectiva evolutiva buscamos escaparnos de lo malo (dolor) y buscamos recurrencia en lo bueno (placer).Para poder procesar las emociones, se comunica con el neocórtex.
- El Neocórtex o corteza cerebral se encuentra únicamente en el cerebro de los mamíferos, y en especial en el de los humanos.Este cerebro sería el encargado de las funciones cerebrales superiores como son aspectos cognitivos, percepción sensorial y el control motriz. El lenguaje, el uso de herramientas, la sabiduría y todos los aspectos que nos convierten en seres racionales.
Este modelo de cerebro se fue desarrollando durante décadas y se popularizó mucho gracias al libro de Carl Sagan “Los Dragones del Edén” que fue publicado en 1977.
A partir de los 2000, esta teoría fue perdiendo popularidad y fue obteniendo críticas por las principales corrientes de la neurociencia debido a su excesiva simplificación de algo tan complejo como es el cerebro.
A día de hoy sabemos que esta teoría es capaz de describir cómo funciona nuestro cerebro a la hora de tomar decisiones, pero es muy simplista e incluso fantasioso en cuando al por qué de su desarrollo.
Ahora bien, sentó las bases para que otros investigadores siguieran tratando de entender cómo funciona nuestro cerebro, como hizo Daniel Kahneman quien conseguiría el Nobel de Economía por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre
Y aunque en otros días profundizaremos en algunos de los fantásticos aprendizajes que nos dejó Kahneman en libros como “Thinking Fast & Slow”, hoy recordamos esta brillante frase suya que nos decía “tratamos de reconfortarnos con nuestra convición de que el mundo tiene sentido, pero esta convición se basa en una base muy sólida como es nuestra ilimitada habilidad para ignorar nuestra ignorancia”.