¿Cuál es la importancia de la comunicación en nuestros días?
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Nada mejor que echar la vista un par de meses atrás para darse cuenta del potencial que tiene la comunicación en nuestros días. La crisis de la COVID-19 ha cambiado diametralmente la forma en la que nos relacionamos, cómo mantenemos las medidas de higiene, la manera de disfrutar de nuestro tiempo de ocio y también de satisfacer nuestras necesidades más básicas. Y por supuesto, el uso que hacemos de la tecnología; hemos batido todos los récords de tráfico web desde que llegaron las primeras conexiones.
Hemos constatado un incremento muy significativo en el número de usuarios que ha accedido a la red en los últimos meses, con lo que el simple hecho de tener presencia en Internet nos ha aportado mayor visibilidad. Por supuesto, podemos decir mucho con muy poco. ¿Acaso eso no es comunicar? Despréndete del concepto de comunicar como una forma de expresión verbal, esa es una visión añeja, prehistórica y caduca que nada tiene que ver con el entorno digital.
Vayamos al grano. Comunicamos por necesidad, el ser humano es animal social, con lo que el intercambio de información entre las personas de un mismo círculo o con los mismos intereses es una cuestión innata, algo natural. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la vida transcurre en la calle, en la oficina o en casa pero también tiene su réplica en el ecosistema digital? Muy sencillo: que tenemos que tener claro que no solo nuestros seres cercanos van a tener una opinión sobre nosotros, sino que además existe una audiencia (difusa y difuminada, oculta en la red) que también contará con determinada información para formarse una opinión al respecto. Para lo bueno y para lo malo.
Cuando pisamos un terreno como Internet y sus particularidades, la diferencia estriba sobre todo en que la capacidad de difusión de una información concreta aumenta considerablemente. Nos acercamos al modelo de comunicación colectiva promovido por Wilbur Schramm en la década de los ‘50 a través del ‘modelo de tuba’. Este autor americano sentó las bases de la comunicación de masas a través de un estudio sobre cómo se produce el intercambio de información de forma colectiva.
Para ello, establece un símil con una tuba, un instrumento que empieza en la boquilla (representación del emisor del mensaje) y desemboca en una enorme campana, por donde se emiten los sonidos de este instrumento (que representa a los receptores en su expresión más amplia). Por parte del emisor, la intención de un mensaje es única, de ahí que se represente con la parte más pequeña del instrumento. Mientras que la campana, que es la parte más amplia del instrumento, contemplaría ese espacio en el que caben todo tipo usuarios, opiniones, intereses y necesidades.
El ‘modelo de tuba’ de Schramm nos viene como anillo al dedo para ilustrar una de las mayores problemáticas de nuestros tiempos. Ante la ingente cantidad de mensajes que existen en la red, la realidad es que la interpretación que hacemos de ella es enormemente variada. Por eso, la comunicación ya no está tan relacionada con la presencia o la visibilidad en Internet, sino en encontrar la mejor fórmula posible para evitar el ruido y que la gran mayoría de nuestra audiencia decodifique el mensaje que queremos transmitir de la manera que deseamos.
Por otro lado, ante esta saturación de mensajes, nos quedamos con aquellos que nos interesan por un motivo en especial o con aquellos que promulgan con nuestros valores, nuestra ideología, opinión o, sin ir más lejos, los que resultan más sencillos de comprender. Dicho esto, ¿cuál sería entonces la clave para hacer una comunicación efectiva? ¡Conocer a nuestros usuarios! Parece sencillo y de sentido común, pero todavía hay muchas empresas que se prefieren a sí mismas.
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