Nos gusta la idea de ser libres. Nos tiene tan obsesionados que nos indignamos ante el pensamiento de dejar de ser libres. Es tal la importancia que ha cobrado el concepto de libertad en nuestra Sociedad que lo representamos desde distintas perspectivas: libertad de expresión, libertad de decisión, libertad de asociación, libertad de prensa, o incluso la democracia.
En el mundo occidental, hemos sido adoctrinados en la libertad, que se ha convertido en el valor definitorio de nuestro tiempo. Algo a preservar a toda costa, incluso a riesgo de perder vidas. Algo tan importante que los países y civilizaciones sin libertad, son considerados como el enemigo.
¿Qué es la libertad?
La libertad se define como la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la voluntad de la propia persona.
En gran medida, y como ejemplo sirvan las propias definiciones de la RAE, la libertad se establece en base a la no presencia de imposiciones externas: “estado o condición de quien no es esclavo”, “estado de quien no está preso”, “falta de sujeción y subordinación”.
Y esto resulta muy importante, porque resulta mucho más fácil definir lo que no es libertad que lo que es libertad.
La libertad, hija de sus tiempos
La libertad siempre ha sido hija de su tiempo, y se ha ido adaptando a cada momento histórico. Ya los griegos profundizaron en muchos de los ángulos y puntos de vista sobre la libertad, tanto a nivel individual como a nivel político, y el dilema moral que subyace en el fondo del concepto.
Cada Sociedad tiende a ensalzar los ideales sobre los que se ha construído, a creerlos a pies juntillas sin cuestionarlos.
Y pasa con todo. Cuando miras hacia atrás en la historia, ves como en cada momento histórico se aceptaba el “status-quo” de forma generalizada.
Incluso a día de hoy, cuando la idea de la libertad es muy importante, aceptamos la existencia de figuras como los Reyes en algunos países, como pueda ser el caso de España. Una figura que por propia existencia contradice la propia idea de la libertad, pero convive en pleno equilibrio con nuestra sensación de libertad.
Nuestra Sociedad también nos prohíbe hacer determinadas cosas. Y ya no solo cosas que coharten la libertad de otros, como la violencia, si no cosas que solo nos afectan a nosotros y que tienen su razón de ser en decisiones que a veces ya se han hasta olvidado.
Está prohibido, por ejemplo, consumir drogas con fines recreativos ya bien sean drogas blandas como la marihuana, drogas con probados efectos negativos como la heroína o drogas diseñadas con fines recreativos como el éxtasis o el LSD. El origen de la prohibición de las drogas a nivel mundial se remonta a la necesidad de los Estados Unidos de empujar el capitalismo a nivel internacional, y no tanto a los efectos adversos de las mismas en la Sociedad.
También está prohibida la eutanasia, que debería ser una de las mayores libertades posibles (la libertad de dejar este mundo), y esta prohibición está compartida por multitud de Sociedades y culturas en todo el mundo.
Hasta hace poco también estaba prohibido y perseguido el tener una orientación sexual distinta de lo que marcan los cánones clásicos, algo que por suerte ya ha cambiado o está cambiando en multitud de países.
Estos son ejemplos de restricciones de nuestra libertad que asumimos plenamente y conseguimos encajar dentro de nuestro concepto de libertad sin ningún problema. Y para la mayoría de nosotros no significan una restricción de nuestra propia libertad, porque en definitiva la libertad plena no existe.
El día que dijimos adiós a la libertad
En los años 70 Benjamin Libet realizó una serie de experimentos que acabaron demostrando que los humanos no somos seres realmente libres, o al menos no como lo habíamos pensado.
No entraré a explicar el experimento de Libet porque es relativamente complejo y con matices, pero la conclusión que extrajo Libet fue que nuestro cerebro emite señales que nos inducen al movimiento o la acción incluso antes de que seamos conscientes de que queremos realizar un movimiento. Es decir, nuestro cerebro sabe antes que nosotros mismos que queremos realizar una acción concreta.
Esto tiene implicaciones muy importantes sobre el concepto de libertad ya que filosóficamente hablando la libertad es “el poder de elegir libremente tus propias decisiones” y la realidad es que muchas decisiones las iniciamos de forma inconsciente.
Inconscientemente inconscientes
La realidad es que somos inconscientemente inconscientes. La mayoría de nuestras decisiones las tomamos desde la intuición, sin ser conscientes realmente de la decisión que hemos tomado.
Y la intuición es algo que heredamos de nuestro entorno, que aprendemos a base de “palos y zanahorias” de la Sociedad en la que vivimos, nuestro entorno y nuestras experiencias concretas.
Pensamos que somos mucho más racionales de lo que somos y por ello tratamos de racionalizar, a posteriori, multitud de decisiones que tomamos. Y aunque nos damos cuenta de esas racionalizaciones, las obviamos porque nos sentimos mucho más cómodos engañándonos a nosotros mismos y pensando que todas nuestras decisiones han sido debidamente meditadas.
Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad
Si nuestros clientes no son todo lo libres que se creen es porque cuando interactúan con otras partes, como pueda ser con nuestro producto digital, se ven condicionados por multitud de elementos que atacan su subconsciente.
A día de hoy contamos con multitud de frameworks, teorías y patrones de diseño que están orientados a facilitar el convencer a nuestros usuarios de que tomen decisiones de forma inconsciente al atacar estímulos que suelen ser respondidos por la intuición y no tanto por procesos racionales.
En próximos artículos veremos algunos de esos frameworks y analizaremos en profundidad cómo podemos utilizarlos para hacer la vida más fácil a nuestros usuarios, o incluso para mejorar nuestros ratios de conversión, activación o retención.
Pero, como todo en la vida, utilizado en justa medida es algo positivo, pero en exceso puede ser muy dañino. Así que como como le decía el tío Ben a Spiderman, recuerda que “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” y has de balancear el uso de estas metodologías que ayudan a modificar el comportamiento de tus usuarios de forma que siempre lo hagas desde una perspectiva ética y responsable.
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